lunes, 26 de abril de 2010

EL CICLISTA VEGETARIANO

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El ciclista herbívoro

(Levi Leipheimer conversa con el holandés Maarten Tjallingii)
El holandés Maarten Tjallingii es vegetariano no por elección filosófica, sino porque detesta el sabor y la textura de la carne y el pescado. Notable patinador de velocidad, como Jan Janssen, practicó el mountain bike durante ocho años antes de recalar en el Skill-Shimano

 

Levi Leipheimer conversa con el holandés Maarten Tjallingii en la salida de la etapa de ayer en Zamora.

MARTINA Navratilova fue, aún lo es, una de las deportistas vegetarianas más notables, junto con Carl Lewis, de la época de los 90. Eligió serlo, por conciencia social, empujada por un sentimiento ecologista, en 1993. Entonces, lo explicó de manera sencilla: "Es una elección filosófica. Es sólo una opción". Ese mismo año, 1993, en julio, coronaba el techo de Europa, el eterno Bonette-Restefond camino de Isolá 2000 en la etapa reina del Tour de Francia, Robert Millar, ahora Philippa York después de que se cambiara de sexo. El escocés, dos veces segundo en la Vuelta a España, fue el primer ciclista de la historia que se declaró vegetariano, además de repudiar públicamente los productos químicos. Buscaba, así lo decía él, el equilibrio perfecto, la armonía con la naturaleza. Carrera espiritual. Sobre esa base se levantaba también el legado empresarial y filosófico de Linda McCartney, la que fuera esposa del cantante de los Beatles que daba nombre a una empresa de productos dietéticos que dio el salto al ciclismo como patrocinador a finales de los 90 y que estableció entre sus corredores una norma inusual, estricta: todos tenían que ser vegetarianos. Millar, Urs Zimmerman, Sean Yates, Carlos Galarreta, además de los que integraron aquel proyecto de equipo del Linda McCartney, quisieron demostrar, pudieron hacerlo, que el rendimiento de alto nivel no estaba reñido con el hecho de ser vegetariano. Otro ciclista, Maarten Tjallingii, sostiene hoy en día la misma teoría.

El holandés del Silence-Lotto, sin embargo, no es vegetariano por convicción, sino porque detesta tanto la carne como el pescado. "Toda mi vida he sido vegetariano, pero no sé por qué no como carne. No es una elección naturista, sino que no puedo comerla. No me gusta su textura, tampoco la del pescado. Alguna vez he tratado de comer, pero no puedo. Ahora ya ni lo intento. No como y punto", apunta Tjallingii en un rincón del claustro al que rodea el imponente Parador de Zamora.

Los padres del ciclista holandés (Wagemingen, 1977) también eran vegetarianos, pero quisieron enseñarle al pequeño Maarten que tenía que comer de todo. Le explicaban: "Hay que comer todo lo que se cocina". Lo hacían para que su hijo no fuera un chico con problemas. "No querían que me sintiera distinto y lo pasase mal cuando iba a comer a casa de mis amigos. Pero yo no podía con la carne. ¿Qué hacía? La iba apartando poco a poco a un lado del plato y cuando nadie se daba cuenta la tiraba. Cuando me preguntaban si me había gustado, yo decía que sí, claro, que todo estaba muy rico", ríe el holandés, cuya esposa, Petra, embarazada del primer hijo de la pareja, también es vegetariana. "Sí, lo es, pero a veces hace un paréntesis y come pescado", explica el corredor. "¿Si mi hijo será vegetariano? Me gustaría que lo fuera, pero hará lo que él considere. Ser vegetariano no puede ser una obligación", sostiene.

Retirar de la mesa de un ciclista la carne y el pescado supone, claro, un déficit de proteínas y aminoácidos para el organismo, el de un deportista de elite, que precisa de ellos para regenerarse después del esfuerzo; aunque ello, al menos ningún nutricionista se atreve a aseverarlo, no supone un obstáculo insalvable para que un deportista rinda al máximo nivel. "Yo suplo esas carencias con otros productos, como los frutos secos. Ser vegetariano no es un problema, de veras, aunque cuando los miembros del equipo lo supieron me miraron extrañados. Me decían que no sabía lo que me perdía, y yo les respondía que no me pierdo nada porque no me gusta", explica el holandés, quien apunta que no conoce a otro ciclista vegetariano en el pelotón.

Quizá lo haya, pero lo que es seguro es que ninguno pedalea también con la pecularidad de tener un solo riñón. A Tjallingii le tuvieron que extirpar el otro cuando tenía dos años y medio y los médicos lograron localizar a tiempo un tumor. "Vivo sin ningún problema, pero tengo que tener algo de cuidado y beber más de lo normal", dice el holandés, un deportista mutante. Lo explica.

COMO JAN JANSSEN. En Holanda, el invierno asusta a las bicicletas. Se recogen. Al garaje. Es cuando los canales, toda superficie líquida expuesta al aire, al viento gélido que se descuelga del norte, se congela. Entonces, brotan los holandeses. Tulipanes. Se calzan las cuchillas y se deslizan por el hielo. A patinar. Es un ritual. El patinaje de velocidad es un deporte popular en Holanda, a la altura del ciclismo, al que se asemeja. De hecho, Jan Janssen (ganador de la Vuelta de 1967 y del Tour de 1968) fue un gran patinador sobre los canales helados, durante los meses de invierno. Tjallinggi también curtió sus piernas sobre el filo de las cuchillas que rayaban el hielo. Era un hobby . Hasta que alguien le vio y le dijo: "Chaval, vas fuerte, ¿eh? Tienes que correr con nosotros". Esa misma temporada ganó una carrera, la del club. Eso le excitó. A él y a su entrenador, quien le apremió a que se pusiese a entrenar en serio. Maarten, lo hizo.

Ocurre que el patinaje de velocidad es como el ciclismo en pista: precisa de un anillo. Y el del club al que pertenecía Tjallinggi estaba en Utrecht, a una hora en coche de su Wagemingen natal. "Aquello acabó por cansarme", explica. "No era por el tiempo que tenía que estar en el coche, sino porque había mucho tráfico y era algo agobiante". En cuatro años se hartó. Para entonces, para cuando se empezó a hastiar de todo aquello, a Maarten ya le había seducido la bicicleta de montaña. "Era un entretenimiento", dice. Pero la casualidad hizo que el holandés participara en una carrera popular. Claro, ganó. Y aquella sensación le gustó tanto que quiso probar algo de más nivel. Inscribió su nombre en una prueba al lado del de Bart Brentjens, su ídolo, y otros grandes especialistas holandeses. Hizo el 27, sólo cinco minutos detrás de Brentjens. Pensó: "¡Buah!, tengo que cambiar de deporte". De aquella carrera salió convencido de ello y se lo dijo a su entrenador de patinaje, quien sólo le pidió que lo pensara bien y que decidiese lo que creía que le convenía. "La elección es tuya", le dijo.

Maarten estaba ya seducido por el lujo del ciclismo. "Te daban la bici, la ropa, ganabas premios… Todo eso no existía en el patinaje. Para que yo practicase ese deporte, mis padres tenían que estar todo el día soltando dinero", explica.

Tajallingii es un deportista inquieto, curioso, camaleónico. El primer año de su etapa en el BTT, sorprendió por su acelerada adaptación. Tanto, que entró en el equipo holandés que participó en el Europeo. Era 1996. Entonces, centrado totalmente en su nueva distracción y sólo como preparación para el ciclismo de campo, el de tapiz de hierba, piedras o barro, participaba en alguna prueba de ruta. Lo hizo en el Tour de Lang francés. Y agradó. Alguien le dijo que estaba perdiendo tiempo, dinero y talento lejos del asfalto. Maarten replicó: "No, yo amo este deporte, me gusta la adrenalina que genera esta modalidad del ciclismo". Olvidó la insinuación, que quedó tirada en algún rincón de su memoria. Tropezó con ella más tarde, años después, cuando una vez alcanzado un nivel considerable en mountain bike (llegó a estar entre los 25 mejores del mundo) notó que se atascaba. Era demasiado ligero para progresar, el barro le atrapaba. Ocurrió en el Tour de Qatar de 2005. Hizo quinto en la general y se convenció. "Tengo que volver a mudarme". Se instaló en la ruta.

Así arrancó su nueva etapa como deportista. Su primer equipo fue el Skill Shimano, con el que fichó en 2006, el mismo año en el que ganó la Vuelta a Bélgica. "Atacaba y nadie me tomaba en serio", explica. "Ahora (después de otro año en el Skill fichó por el Silence-Lotto belga) es distinto. Soy un corredor vigilado al que no le dejan marchar así como así". Aun así fichó para 2008 con el Silence-Lotto de Cadel Evans, el ciclista al que se le resiste el Tour. Tjallingii también sueña con la ronda gala. "Quiero ganar una etapa dentro de dos o tres años", explica ambicioso, pero no caníbal. No le gusta la carne